No os esperéis una crónica sobre Atenas o las islas griegas, este es un relato sobre una Grecia menos conocida, pero no por ello menos interesante o hermosa. Nuestro viaje comienza a las 6 de la mañana, con un vuelo a Salónica con escala en Roma. Para aquellos que, como yo, andamos algo despistados con la geografía, explicaré que Salónica (Thessaloniki) es la segunda ciudad más grande de Grecia. Está situada en la Macedonia Griega, al norte del país, en pleno Golfo Termaico.
A la llegada hace un día maravilloso, primaveral, y nos esperan nuestro guía Stelios, el profesor Vangelis Karavangelis, organizador del viaje, y Miltos Samakovlis, dueño de la empresa de transporte, que ha decidido hacer el viaje con nosotros haciendo de conductor.
Con el estómago vacío nos llevan a las bodegas de Evangelos Gerovassiliou. Están situadas en Epanomi, a unos 25 km al sureste de Salónica. Nos enseñan los viñedos, con el monte del Olimpo al fondo, y el mar a tan sólo 3 km de éstos. Nos explican que el microclima de la región (temperaturas suaves y brisas marinas), junto con las más avanzadas tecnologías, garantizan unos vinos exquisitos, razón por la que se produce vino en este área desde época Bizantina. Como curiosidad, mencionar que a Gerovassiliou se le considera el padre de la Malagousia, una uva griega antiquísima, que estaba casi en extinción.
Nos paseamos por el museo del vino de Gerovassiliou, con todo tipo de instrumentos relacionados con el vino que datan de todas las épocas imaginables. Nos quedamos maravillados con su colección de sacacorchos y las ánforas milenarias.
Finalmente, exhaustos del viaje y de la falta de sueño, nos sentamos a catar vino. Nos ofrecen queso para que nuestros estómagos dejen de protestar. Media hora después, nos encontramos plácidamente cansados, y algo piripis.
Volvemos a Tesalónica, donde nos enseñan el enorme paseo marítimo y su famosa Torre Blanca, símbolo de la ciudad. Esta torre fue levantada en el siglo XVI, en época de Solimán el Magnífico. Se la conocía como la Torre Roja o Sangrienta debido a la matanza en 1826 de los Jenízaros* allí apresados por orden del sultán otomano Mahmud II.
*Los Jenízaros fueron una fuerza militar de élite dentro del ejército del Imperio Otomano. A principios del siglo XIX estaban ya en decadencia, aunque conservaban bastante fuerza militar y política, disfrutando por ello de muchos privilegios y riquezas. Mahmud II tuvo suficiente tras la décadas de derrotas militares y corrupción, las revueltas griegas y serbias, que acabaron llevando a la independencia de ambas regiones, y el peligro de tener múltiples países enemigos. Proclamó la creación de una nueva fuerza militar de élite, dando así motivo para una revuelta por parte de los Jenízaros.
Una vez que los griegos lograron el control de la ciudad, la torre se pintó de blanco para olvidar su triste pasado y purificarla. En la actualidad, la Torre Blanca no conserva la pintura blanca, pero se sigue conociendo con ese nombre.Tras comprarnos un helado y una botellita de coca-cola (para vencer el inevitable sueño), damos una vuelta por el paseo marítimo y regresamos al minibus.
Nos dirigimos hacia Katerini, y nos alojamos en el Hotel Mediterranean Village, sito en una playa de la franja costera de Pieria, a menos de 1 km del pueblo de Paralia. Nos cuentan que Paralaia es famoso por sus hoteles – muchos de tipo resort - y ocio. La mayor parte de los clubs nocturnos están aún cerrados, pero comenzarán a abrir pronto, en cuanto llegue el calor.
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